La refundición de Argentina

Cruzamos las fronteras con #ClickCaja
¿Hasta dónde llega el no estar atento a las redes sociales?

OPINIÓN – Sil Mann

 

La pobreza estructural.

La pobreza pandémica.

La pobreza.

 

Nuestro país tiene un tema no resuelto con la pobreza. Somos como el paciente que después de años de terapia sabe lo que tiene, descubrió qué no hay que hacer y, sin embargo, vuelve a repetir las conductas que lo enferman.

La pobreza es el caballito de batalla de todas las elecciones que conocí en mi vida cívica. Hasta acá, con muy poquita variante a la baja (y fugaz temporalidad), ningún gobierno le ha ganado al épico enfrentamiento.

El siguiente gráfico muestra que, efectivamente, hace 10 años que estamos estancados. Diez años en que el ingreso per cápita familiar no creció ni mejoró su distribución, como detalló Leo Tornarolli en TW.

Lo más triste es que, como explica Tornarolli, el contexto internacional daba herramientas para mejorar. Como mostró en este otro gráfico, todos los países de Sudamérica, con la excepción de Brasil, lograron subir ingresos y mejorar la desigualdad.

Sí, todos progresaron, menos el «modelo para el mundo».

Ocho de esos diez años que se grafican en la tabla se caracterizaron por una de las mayores proezas de gestión en cuanto a políticas sociales. La mayoría de los planes, incluidas la Asignación Universal por Hijo fueron impulsadas durante la «década ganada».

Y la cosa sigue complicada. Este gráfico, publicado por Fernando Cucchietti, actualizado al GINI 2019*, muestra la sinuosa y vertiginosa curva de nuestro PBI, diferenciada por tramitos de colores. Cada color, un presidente, desde la recomposición de la democracia. Esa nube gris, es la proyección 2020/2021 del PBI. Sí, planito, planito. Había que achatar la curva y la achataron, con ganas.

Si nos quejábamos en el 2001 del gobierno de de la Rua (allá arriba, en el gráfico, en color naranja), ¿qué nos queda para el de Fernández? (acá bajo, en color verde, sin curva).

Está más que claro que las políticas implementadas funcionan como un complemento pero no alcanzan ni están dirigidas a la creación de puestos genuinos de trabajo. El cortoplacismo de las urgencias no nos permitió salir del día a día. Y así, en el mientras tanto, ya lo cambio, es provisorio, se nos pasaron 10 años. Estancados.

En el camino, pandemia mediante, el INDEC (aun politizado y descreído), nos confirmó que casi la mitad del país es pobre, con un notable aumento en el Gran Buenos Aires. Es decir, sobre la base de pobreza que arrastramos, las medidas adoptadas para contener la pandemia, sumaron más pobreza con un novedoso 42%. Así, cada evento desafortunado del mundo, nos impacta en la llaga.

Estamos de acuerdo en que, así y todo, los planes ayudaron a sostener y permitieron un airbag que amortiguó bastante el impacto. Pero, los números no mienten: el Estado padre asistencialista que nos cuida nos está asfixiando y no nos deja crecer.

Pandemia a la Argentina

Un estudio de IDESA en base a datos del Ministerio de Trabajo, asegura que la pandemia profundizó los problemas laborales y quienes más lo sufrieron fueron los trabajadores informales.

Ya sabemos que el coronavirus afectó a todos los países, pero la caída de la producción (10% según el INDEC) fue mucho más fuerte en Argentina. Esta caída no es nueva, es la continuidad de la del 2018, continuidad de la vaya a saber de qué año.

El 4to trimestre del 2020 terminó con 550 mil inactivos nuevos (no trabajan ni buscan trabajo) y otras 300 mil personas desocupadas (no tienen trabajo pero están en búsqueda).

Leíste bien: 800 mil personas perdieron su trabajo. Para que te des una idea, la población de Rosario, en Santa Fe, es de 948 312 habitantes. Casi una ciudad grande desocupada, resultado de las medidas pandémicas.

El mismo estudio señala que el ajuste en el mercado laboral se concentró en el empleo asalariado no registrado, sí el empleo en negro. Las medidas especiales adoptadas por el Gobierno para sortear la pandemia estaban dirigidas al sector formal (prohibición de despidos, ATP, etc.) pero el informal quedó absolutamente desprotegido. Casualmente (bueno, no tan casualmente) el empleo en negro está vinculado a hogares vulnerables. De allí, directo a los 19 400 000 que hoy componen el 42% de pobreza.

El informe es llamativo, porque también habla de una recuperación de la economía, debido a la flexibilización de las medidas sanitarias, pero de nuevo, impulsada por el empleo informal. ¿Será el rebusque, los «emprendimientos» de miles que se quedaron en la calle y le buscaron la vuelta?

Que pocas personas en edad activa accedan a un empleo formal es realmente preocupante. No hay trabajo y el que hay (salvo excepciones, por supuesto) está precarizado. Aun para personas capacitadas es complicadísimo encontrar un trabajo que les permitan cubrir sus gastos de un país con una inflación galopante.

El empleo en negro es un círculo vicioso. Los trabajadores informales son los primeros en sufrir ante una crisis, ingresan en la vulnerabilidad y terminan en un plan social, agrandando la grilla de beneficiarios de un sistema previsional en permanente riesgo. Por donde te pares a analizar el problema, todo, absolutamente todo, termina decantando en la inoperancia de los distintos Gobiernos para lograr activar la generación de empleo.

¿Cómo sobrevive un país si la mitad de su población es pobre?

Una consecuencia directa de este sistema de expulsión social es el debilitamiento de la democracia. Las personas asistidas por programas sociales ven su voto condicionado. Por otro lado, se está muchísimo más permeable a políticas oportunistas o políticos de corte demagógico.

Otro factor ligado al asistencialismo es el aumento de la corrupción por la burocracia y el clientelismo para acceder a estos planes. Otro informe de IDESA sostiene que una parte importante del presupuesto al asistencialismo no llega a su destino ¿dónde se queda?

Si medio país no trabaja, el resto del país sostiene a base de presión tributaria y asfixia todo el funcionamiento del Estado y sus planes de asistencia. Cae la inversión, se adormece la producción, se sigue precarizando el trabajo. Se torna difícil cortar este círculo. Y no ayuda un Gobierno que se empeña en fórmulas viejas que ya fracasaron (como se muestra al inicio de esta nota).

Hace falta un shock tan creativo e innovador en materia laboral, tributaria, distribución de los recursos, asistencia social e incentivo de las inversiones, que, honestamente, dudo que salga del actual gabinete nacional.

Me acuerdo de una ironía que dije al principio de este gobierno: refundir para refundar. Hoy, prácticamente, hay que fundar otro país. Habrá que ver quiénes se animan.

 

 

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